Santa Margarita de Escocia nació en Hungría en 1045 y fue reina consorte tras casarse con el rey Malcolm III. Educada en la fe cristiana, destacó por su inteligencia, dulzura y profunda devoción. Como reina, transformó la corte en un lugar de oración y servicio, promovió la reforma religiosa en Escocia y trabajó por la unidad con la Iglesia de Roma. Introdujo prácticas como el ayuno cuaresmal, la confesión frecuente y la celebración litúrgica conforme al calendario romano. Fundó iglesias, monasterios y hospicios, y dedicó su vida a los pobres, a quienes atendía personalmente.
Su caridad fue incansable: alimentaba a cientos de necesitados cada día, vendía sus joyas para ayudar a los más vulnerables y vivía con austeridad. En medio de tragedias familiares, como la muerte de su esposo y su hijo en batalla, mantuvo una fe firme y ofreció su sufrimiento como purificación. Murió el 16 de noviembre de 1093 en el castillo de Edimburgo, rodeada de oración y esperanza. Fue canonizada en 1250 por el papa Inocencio IV por su vida ejemplar, su fidelidad a la Iglesia y su amor al prójimo.
Santa Margarita es recordada cada 16 de noviembre como patrona de Escocia. Su vida nos ayuda hoy a vivir la fe con generosidad, a unir oración y acción, y a servir con ternura en medio de las dificultades. Su ejemplo inspira a gobernar con justicia, a cuidar a los más débiles y a transformar el entorno con amor cristiano.
