La Santa Sede

El Papa León XIV llama a “romper el muro de la soledad” en el Jubileo de los Pobres

En la IX Jornada Mundial de los Pobres, el Santo Padre alentó a la Iglesia a ser “madre de los pobres, lugar de acogida y de justicia”, recordando que Dios jamás abandona a los más pequeños.

Un tiempo para leer la historia con la mirada de Dios

Desde la Basílica de San Pedro, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Papa León XIV presidió la Santa Misa del Jubileo de los Pobres, invitando a la Iglesia a contemplar el fin de la historia no con miedo, sino con esperanza.
Recordó que el profeta Malaquías anuncia un “día del Señor” que es amanecer de justicia para los humildes y juicio para toda forma de injusticia.

Este sol naciente es Jesús mismo”, afirmó el Santo Padre, subrayando que el Reino de Dios no es sólo un acontecimiento final, sino una presencia que irrumpe hoy en medio de los acontecimientos de la historia.

Dios no abandona: una certeza más firme que el cielo y la tierra

El Papa insistió en que el cristiano vive sostenido por una promesa inviolable:
«Ni un cabello de su cabeza perecerá» (Lc 21,18).

Aun en persecuciones y dificultades, Dios se muestra fiel y cercano, especialmente con los pequeños, los huérfanos, los extranjeros y las viudas. En Jesús —expresó— esta cercanía alcanza su plenitud, convirtiéndose en buena noticia y jubileo para los pobres.

El Jubileo de los Pobres: “Dilexi te – Te he amado”

Al dirigirse de manera particular a los pobres presentes, el Papa transmitió con fuerza el mensaje central de esta jornada:
«Dilexi te – Te he amado» (Ap 3,9).

“Dios nos mira como nadie más y nos ama con un amor eterno”, dijo.
Y añadió que la Iglesia quiere ser hoy, más que nunca, “madre de los pobres, lugar de acogida y de justicia”, incluso en medio de sus propias heridas.

La pobreza más profunda: la soledad

El Papa León XIV denunció las múltiples formas de pobreza que golpean al mundo, especialmente las que sufren los jóvenes. Entre ellas destacó una raíz común:
la soledad, que aísla, hiere y deshumaniza.

Por eso pidió desarrollar una “cultura de la atención” desde la familia hasta los espacios de trabajo, estudio y el mundo digital, empeñándonos en llegar a los márgenes para ser “testigos de la ternura de Dios”.

Frente a la guerra y la impotencia: la esperanza que salva

Refiriéndose a los distintos conflictos que azotan al mundo, el Santo Padre lamentó que muchos se resignen a la idea de que la historia no puede cambiar.
Pero recordó: “El Señor viene a salvarnos precisamente en las agitaciones de la historia”.

La comunidad cristiana —dijo— debe ser signo vivo de salvación entre los pobres, venciendo la tentación de la indiferencia.

Llamado urgente a los líderes del mundo

El Papa exhortó a Jefes de Estado y responsables de las naciones a escuchar el grito de los pobres, porque “no habrá paz sin justicia”.
Alertó que el mito del bienestar deja a muchos atrás y sofoca los clamores de quienes migran o sufren en silencio.

A los voluntarios y agentes de caridad: “sean conciencia crítica de la sociedad”

A quienes sirven día a día a los más necesitados, el Santo Padre agradeció su entrega y los alentó a seguir siendo faros de humanidad.
Recordó que los pobres “son la misma carne de Cristo” y no una categoría sociológica.

“La Iglesia —afirmó— donde el mundo ve amenazas, ve hijos; donde se levantan muros, construye puentes”.

Un llamado a todos: transformar la convivencia en fraternidad

Inspirado en el apóstol Pablo, el Papa pidió no encerrarse en un intimismo religioso ni vivir una fe desconectada del compromiso social.
Buscar el Reino —explicó— significa trabajar para que nadie quede excluido de una vida digna.

Advirtió sobre el peligro de vivir “como viajeros distraídos”, indiferentes a los que comparten el camino con nosotros.

Modelo de santidad: san Benito José Labre

El Santo Padre propuso como ejemplo el testimonio de san Benito José Labre, conocido como el “vagabundo de Dios”, patrono de los sin hogar, quien vivió confiando sólo en la Providencia y sirviendo en la pequeñez.

María, voz de los que no tienen voz

Finalmente, el Papa encomendó a todos a la Virgen María, que en el Magníficat proclama la justicia de Dios y recuerda su opción por los humildes.
Pidió que ella nos ayude a vivir la lógica del Reino: acoger, perdonar, vendar heridas, consolar y sanar.

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