Voz del Pontífice

El Papa León XIV en la Audiencia General: “No tengan miedo de mostrar sus heridas sanadas por la misericordia”

En la mañana del 1 de octubre, el Papa León XIV presidió la Audiencia General en la Plaza de San Pedro, donde miles de fieles de distintos países se reunieron para escuchar su catequesis. El Santo Padre reflexionó sobre la Pascua de Cristo y sobre cómo, incluso en medio de nuestras limitaciones, Dios nunca renuncia a nosotros, sino que nos ofrece una paz más fuerte que toda derrota.

La fuerza de las heridas transfiguradas

Comentando el Evangelio de Juan, el Papa recordó la escena en la que Jesús resucitado se aparece a los discípulos encerrados en el cenáculo, paralizados por el miedo y la culpa. En lugar de reprocharles, Cristo les muestra las manos y el costado marcados por la pasión. Para León XIV, ese gesto no es un recordatorio de fracaso, sino la prueba de un amor capaz de perdonar incluso en medio de la traición.

“El Señor ya está plenamente reconciliado con todo lo que ha sufrido”, explicó el Pontífice, señalando que esas llagas son “garantía de perdón” y signo de que la resurrección no borra el pasado, sino que lo transforma en esperanza.

El riesgo de ocultar nuestras debilidades

El Papa advirtió que muchas veces los cristianos esconden sus heridas por orgullo o por miedo a parecer débiles. Sin embargo, Jesús actúa de manera opuesta: presenta sus llagas como testimonio de que el amor de Dios no se echa atrás, sino que siempre abre caminos de reconciliación.

“Las heridas de Cristo no sirven para reprochar, sino para confirmar que Dios no abandona, incluso cuando nosotros hemos fallado”, afirmó León XIV.

La misión de la Iglesia: ser instrumentos de paz

Tras reconciliar a los discípulos, Jesús les confía una misión: anunciar al mundo el rostro misericordioso del Padre. Con el saludo “La paz sea con ustedes” y el envío misionero, Cristo les entrega la responsabilidad de ser testigos de la reconciliación y de comunicar al mundo la paz que brota de su resurrección.

El Papa subrayó que esa misma tarea sigue siendo hoy el corazón de la Iglesia: no administrar poder, sino transmitir la alegría de haber sido perdonados y amados.

Un llamado a todos los fieles

Concluyendo su catequesis, León XIV exhortó a los creyentes a no temer mostrar sus propias heridas, sanadas por la misericordia, y a acercarse con compasión a quienes viven atrapados por el miedo o la culpa.

“El soplo del Espíritu Santo nos hace testigos de una paz y de un amor más fuerte que cualquier derrota”, aseguró el Papa, invitando a todos a ser portadores de esperanza en medio de un mundo marcado por las heridas y la fragilidad.

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