Voz del Pontífice

Voces del Jubileo de los catequistas: “Los indígenas tenemos que ser protagonistas en la tarea evangelizadora”

En el marco del Jubileo de los Catequistas, celebrado en Roma, la voz de los pueblos originarios de Paraguay se hizo escuchar con esperanza y firmeza. Entre ellos estuvo Severino Obriden Parada, catequista del Vicariato Apostólico del Pilcomayo, quien recibió del Papa León XIV el Ministerio de Catequista en representación no solo de su comunidad, sino también de todo el país.

“Un sueño que se volvió gracia”

Severino nació en el corazón del Chaco paraguayo, en Filadelfia, Boquerón, y pertenece a la etnia guaraní. Desde pequeño, al ver llegar a los misioneros Oblatos de María Inmaculada a sus aldeas, sintió que quería seguir ese camino.
“Con mucho entusiasmo daban catequesis, nos hablaban de Dios y me imaginé que en el futuro yo también podría ser catequista”, recuerda. Hoy afirma que su vocación se ha convertido en “una gracia muy especial que nunca hubiera imaginado”

Una Iglesia con rostro indígena

Su experiencia como catequista le ha permitido constatar la realidad de muchas comunidades indígenas:
“Todavía hay una deuda muy grande con los pueblos originarios. Somos apenas el 2% de la población y, además de necesidades sociales, educativas y laborales, seguimos enfrentando discriminación. Sin embargo, en medio de estas dificultades, los indígenas mantenemos viva la fe”.

En zonas donde los sacerdotes llegan solo una o dos veces al mes, los catequistas sostienen la vida de la Iglesia. Preparan celebraciones dominicales, dirigen los cantos, acompañan a las familias y hasta asumen el servicio de ministros de la Eucaristía.
“Son los mismos indígenas en sus comunidades quienes preparan, instruyen y celebran, porque no podemos esperar pasivamente. Somos protagonistas en la tarea evangelizadora”, explica Severino.

Evangelizar en lengua y cultura

Uno de los mayores desafíos, según cuenta, es la lengua:
“Los catequistas no podemos imponer sin más. Si las instrucciones están solo en castellano, hay pueblos indígenas que no hablan ni castellano ni guaraní. Por eso, con ayuda de los misioneros, hemos traducido la Biblia a nuestras lenguas. De esa manera, el Evangelio llega al corazón de la gente”.

Durante las celebraciones, las lecturas, oraciones y cantos se realizan en castellano, guaraní y también en lengua originaria. Incluso, a veces se incluye una danza.
“Para nosotros no es diversión como se ve desde afuera, sino una actitud de oración profunda”, comparte.

Una bendición para Paraguay

El testimonio de Severino refleja la riqueza y la fortaleza de la fe en Paraguay. Catequistas indígenas, hombres y mujeres sencillos, se convierten en verdaderos sembradores de esperanza en medio de la pobreza y las dificultades.
Su misión es un recordatorio de que la Iglesia no es uniforme, sino que se enriquece en la diversidad de sus culturas y lenguas.

“Paraguay es bendecido por tener fieles que ponen su vida al servicio de la Palabra de Dios”, asegura Severino. Su voz y la de tantos otros catequistas indígenas nos recuerdan que la evangelización no se impone, sino que se comparte con respeto, cercanía y amor.

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